1-Aniversario

Mystic Fall's, 19 de agosto de 1900


Querido diario,

Ayer me despertó mi madre, tan dulce como siempre. La adoro. Me felicitó puesto que era el día de mis 21 años. Me sentía feliz, porque al fin podría hacer lo que quisiera. Me despertó con el cumpleaños feliz.
-Mi amor ya eres todo un hombre. -Sonreí, ya hacía tiempo que lo era. La besé en la frente y fuimos a desayunar.
En la cocina nos esperaba Stefan, mi hermano menor. Me abrazó y desayunemos felizmente aunque faltaba mi padre. Para mí era muy importante la opinión de mi padre y su apoyo, pero estaba demasiado liado con sus asuntos.
Después del desayuno decidí ir con Stefan a la feria del pueblo. Todo el pueblo estaba volcado en aquella feria. Vi a Anthony Smallwood. Él era mi mejor amigo, mi compañero de locuras. Nos saludamos y dimos una vuelta por la feria.
Las chicas del pueblo no dejaban de mirarme, era un buen partido. El hijo mayor de los Salvatore, heredero de sus tierras, hijo de uno de los fundadores de Mystic Fall's. Yo era consciente que era un chico atractivo, pero ninguna de esas chicas me llamaba la atención. Vimos a Margaret Forbes, la chica más bonita del pueblo. Era rubia con unos grandes ojos verdes.
Su padre se acercó a saludarnos, estaban interesados en juntarnos. Era muy bella pero también era muy superficial.
-Hola Damon. -saludó Margaret.
-Buenos días. - Ante todo era un cavallero y besé su mano. Pude escuchar la risita de Stefan por detrás.
-Nos vemos en el baile. -se atrevió a guiñarme un ojo. Sonreí.
Seguimos caminando.
-Hermano tienes una cita para el baile. -se burlaba Stefan.
-Hermanito no te metas conmigo, sabes que tengo mal carácter.
Lo cogí por el cabello y comencé a rascarle la cabeza. Él no paraba de reir. Yo lo adoraba, aunque nunca lo dije. Después del paseo acompañé a Stefan a casa y me fui con mi amigo.
Teníamos que hacer algo interesante, algo diferente.
Dimos alguna vuelta por el pueblo hasta llegar frente la casa de los Gilbert. El abuelo Gilbert estaba en el patio de la casa dormido y el coche estaba abierto. Nos miramos y sin decir una sola palabra ya estabamos ahí dentro del coche. Cuando al fin salimos del pueblo comenzamos a reir. Nadie nos había visto. Ahora iba a celebrar mi día como dios mandaba.
-¿Amigo donde vamos? -preguntó Toni.
-A la playa. -le dediqué una sonrisa torcida.
Después de un buen rato de conducir( por cierto los Gilbert fueron los segundos en poseer un coche, después de mi padre, allí en el pueblo) llegamos.
En esos lugares había más turismo y sobretodo las chicas no eran tan pudorosas. Nos sacamos la ropa y nos bañamos en el agua. Dos chicas pasaron sonrientes. A por ellas.
Una se llamaba Mary y la otra Sophia, eran francesas. Fuimos a bailar y cuando oscureció volvimos a la playa. Mary tenía el cabello rojizo, era muy bonita. Nos besamos e hicimos el amor. Para mí todo aquello era un juego.
Cuando amaneció decidimos volver a casa. Conducimos a turnos, dejé primero a Toni y después el coche en casa de los Gilbert. Fui caminando a casa.
AL llegar al patio trasero pude ver la policía, a mi padre y a Stefan peleando. Corrí hasta el lugar para preguntar que había pasado.
-Pero Joseph eso no es posible. -decía el jefe de policía.
- Tim lo he visto con mis ojos y ahora ella está muerta. -gritaba mi padre.
-¿Qué paso padre? -pregunté desconcertado. Se giró hacia mí con los ojos fuera de órbita y me dió una bofetada. Respiré profundamente para contener las lágrimas de esa humillación.
-¿Y tú donde diablos estabas Damon? -me cogió por el cuello de la camisa. -Eres un desagradecido, aquí uno te proporciona todo lo que puede, para que seas feliz y como nos lo pagas tú. Si hubieras estado aquí tu madre estaría aun con vida.
Sus palabras me perforaron el pecho, mi madre había muerto. Caí de rodillas mientras mi padre me daba la espalda. Stefan se avalanzó a mí abrazándome. Las lágrimas escocían mis ojos, pero no podía llorar. Era un hombre no debía de llorar. Vi a Stefan con los ojos hichados y rojos. Lo abracé.
Mi mundo acababa de derrumbarse.
-Tranquilo Stefan yo cuidaré de ti. Estaremos bien.
Le lancé una mirada furiosa a mi padre que seguía discutiendo.
Me encerré en mi habitación. No podía verla, no podía. Quería recordar su rostro dulce y amable como cada mañana cuando venía a despertarme.
Esta mañana fue el velatorio, todo el pueblo estaba volcado en mi padre y Stefan. Yo decidí apartarme, no podía contener más la rabia que invadía mi cuerpo.
Nunca antes escribí en un diario, pero madre eligió este regalo, así que cumpliría sus propósitos.
A partir de ahora el único que sabrá mis pensamientos.

Damon Salvatore.